top of page

Pensar con el corazón


​Hace algunos meses se produjo un cambio importante en mi vida.

Un cardiólogo, emulando al sirviente que decía “Memento mori[1]” al general que entraba victorioso en la antigua Roma, me recordó que soy mortal a través de su diagnóstico: hipertensión arterial y fibrilación auricular. Solución: medicación de por vida y, si empeoro, ablación de la aurícula mediante cateterismo.


Y le estoy muy agradecido porque a partir de ese momento le doy más importancia a “pensar con el corazón”.


“Pensar con el corazón” es algo que sabemos hacer pero que, a veces o muy frecuentemente, dependiendo de las personas, se nos olvida. En mi caso, como todo pensamiento, ha ido evolucionando. Lo que, en un principio, era pensar teniendo en cuenta mi enfermedad para no estresarme o enfadarme, por cosas sin importancia, se ha ido transformando en una actitud que me ha mostrado un potencial que desconocía.

He comprendido que “pensar con el corazón” me ha transformado o, más bien, me ha mejorado porque soy más consciente de cada momento y, además, me ha reafirmado en mi filosofía de vida: “Valorar lo que tengo y seguir buscando para mejorar”


El cambio más importante lo he notado en la valoración del tiempo. Tengo más tiempo para las cosas que me interesan y dedico mucho menos tiempo a las que no me importan tanto. Para llegar a esto me he parado a pensar y valorar lo que es importante. Es como si teniendo el mismo tiempo, lo administrara mejor. Esto hace que disfrute más de las cosas que hago y que me las tome con más calma.


También, he notado cambios en mis relaciones afectivas. Me esfuerzo más en querer y ser querido. Es decir, valoro más el amor como motor de la vida y como fuente de satisfacción.


Ligado con lo anterior está la confirmación de que la familia es algo tan importante que te transforma y te hace proyectarte más allá de la propia existencia personal. Es decir, somos lo que somos de forma individual pero tenemos la posibilidad de extendernos a través de los demás. Y sin duda, la extensión más rentable es la familia.


La familia como personas muy importantes pero dentro de una valoración más elevada de las personas en general. Del ser humano en su esencia: vulnerable y dispuesto siempre a sobrevivir.


Incluso, desde que me sucedió, trabajo mejor. Tengo más seguridad en mí mismo y soy más selectivo en cuanto al esfuerzo que dedico a cada tarea. Trabajo con más motivación para conseguir, tiempo y dinero principalmente, que me permitan poder disfrutar de otras cosas.


Creo que todo esto me ha sucedido por no dejar espacio al miedo. El miedo a la muerte es un impedimento grande para vivir feliz. Pero si conseguimos superar éste, los otros miedos tienen menos sentido.


En definitiva, una mala noticia de enfermedad ha conseguido sacar de mí algo bueno. Ahora lo llaman “resiliencia”, pero no deja de ser una mezcla de realidad de la vida más una pequeña dosis de sabiduría. ¿O de inconsciencia? De momento, no lo sé pero vivo mejor.




[1] Traducido del latín como “recuerda que eres mortal”.

Entradas destacadas
Entradas recientes
Archivo
bottom of page