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¡NUNCA HE VIVIDO TAN BIEN!

Hace algunos años, en un curso de psicología del coaching, asistí a una conferencia sobre emociones que me resultó muy interesante. El ponente, un catedrático de psicología con muchos años de experiencia, nos explicó que las emociones relacionadas con la alegría y la felicidad se van generando con la edad y, además, son muy diversas y con matices de unas personas a otras. Sin embargo las emociones de miedo, ira, tristeza y asco son más tempranas en el desarrollo de las personas y más estandarizadas. Lo primero que hacemos al nacer es asustarnos y llorar. La sonrisa aparece después.



Todos tenemos miedo de una fiera pero no a todos nos resulta graciosa la misma broma. Creo recordar que afirmó que a medida que pasan los años tenemos más capacidad para disfrutar de la vida.



También, desde hace bastantes años sigo la evolución de lo que se ha llamado “mindfulness” o atención plena. El “mindfulness” puede entenderse como la atención reflexiva a lo que sucede en el momento actual. Vivir el aquí y el ahora, frente a vivir en la irrealidad del pasado o del futuro.


Uniendo estas dos formas de ver nuestra emocionalidad y capacidad consciente he llegado a la conclusión de que estoy en el mejor momento de mi vida. Con este pensamiento he analizado mi vida actual y he podido confirmarlo: ¡Nunca he vivido tan bien! Me explico.


Actualmente, tengo una visión de la vida bastante positiva. Y sobre todo, no tengo miedo al futuro. Siempre recuerdo un estudio que hice en 11 residencias de ancianos en el que hablaba con grupos de residentes, familiares y trabajadores, por separado. Pensé que los ancianos estarían peor, pero cuál fue mi sorpresa cuando comprobé que los profesionales estaban bastante estresados y los familiares se sentían culpables e incómodos con la situación. Sin embargo los ancianos que mantenían su cerebro en buenas condiciones, a pesar de los achaques y dolores propios de la edad, hablaban con más interés y optimismo que sus cuidadores y familiares.


Además, me sirvió de ejemplo la vida de un gran psicólogo norteamericano llamado Albert Ellis que en una entrevista en la que le preguntaban cómo querría morir, respondió “Preferentemente a la edad de 110 años y con las botas puestas”. Murió con casi 94 años y trabajó intensamente hasta el final de sus días. Teniendo en cuenta que fue diabético juvenil, tuvo su mérito.



Con estas dos premisas: con los años se pueden elaborar mejor las emociones positivas y el futuro es prometedor, creo que hay que pensar que la vida del presente puede ser la más satisfactoria. Por eso afirmo que ¡nunca he vivido tan bien! como ahora y, con un poco de suerte y convicción, pueda seguir mejorando. Por eso mi filosofía de vida es:


”Valorar lo que se tiene y seguir intentando mejorar”

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